La familia existe por una necesidad vital: los niños necesitan la atención de los adultos para crecer tanto física como mentalmente (para “nacer” psicológicamente). Unos padres con un nivel aceptable de madurez mental pueden llevar a buen puerto a la familia. Los padres se van convirtiendo en tales poco a poco, desde el momento en que comienzan a pensar en tener un hijo.
Una de las tareas esenciales de la familia es contener las ansiedades que pueden experimentar sus distintos miembros. En relación con las funciones emocionales de la familia, Meltzer y Harris señalaron cuatro fundamentales: la capacidad de generar amor, la de engendrar esperanza, la de pensar y la de afrontar el dolor mental.
Sin embargo, existen familias con dinámicas poco saludables en las que predomina lo contrario: generación de odio, desesperanza, confusión derivada de la falta de pensamiento y huida del dolor mental, lo que acaba provocando aún más sufrimiento y ansiedad.
Más allá de esto, es normal y deseable que toda familia enfrente los problemas de desarrollo que surgirán a lo largo de su existencia. No existe ninguna familia mentalmente sana que no tenga dificultades. En todo caso, el trabajo psicoterapéutico puede ofrecer a las familias una serie de intervenciones que les ayuden a salir adelante en momentos de crisis o ante dificultades que se han enquistado con el tiempo.